Artículo de opinión publicado el pasado 05/12/2013 en el periódico Escuela sobre la educación diferenciada y la igualdad de oportunidades entre chicos y chicas.
Escribo estas líneas ante el
asombro que me produjo el
pasado 17 de octubre el artículo del presidente de Ceapa, cuyo
único objetivo era atacar a la educación diferenciada. Puedo entender que a Jesús María Sánchez no le
guste este modelo educativo, pero
no logro comprender cómo o por
qué, confundiendo opiniones y
gustos con legitimidad y libertad,
afirma con una rotundidad ajena
a la menor duda que una opción
es por sí misma mejor que otra y
que, por lo tanto, ha de imponerse
obligatoriamente.
Digo esto porque el presidente de Ceapa asegura que concertar
colegios de educación diferenciada
supone favorecer la discriminación
de la mujer y la violencia de género, y que ese modelo pedagógico es
contrario a los principios y valores
de la Constitución. Por eso me pregunto las razones por las que incurre en una descalificación que dice
mucho de quién así habla.
Se descalifica el presidente de
Ceapa porque trata con frivolidad un asunto que implica a toda
la sociedad y ante el que no se
encuentran respuestas. Cada día
nos sorprenden situaciones que
conllevan mucho dolor, cuando
no la muerte de algunas personas.
¿En qué basa el presidente de Ceapa
sus afirmaciones sobre la violencia
de género? ¿Qué datos tiene? ¿Qué
propone que hasta ahora nadie ha
sido capaz de plantear? ¿Piensa que
los miles de padres y madres que
han escolarizado y escolarizan a
sus hijos en colegios de educación
diferenciada desean un modelo
pedagógico basado en el desprecio
al otro y en una violencia que surge solo porque el otro es hombre o
mujer, o porque en horario escolar
las clases no son mixtas?
En esas mismas fechas, el 20
de octubre, El País publicaba un
artículo, Víctimas del machismo
a los 15, en el que refería que “los
casos entre maltrato de adolescentes crecen un 30% en un año”,
y que “las relaciones perpetúan
patrones sexistas”. En esa información se apunta exclusivamente al
entorno social de los adolescentes,
“muy permeables a los estereotipos
machistas que ven en casa, pero
también a través del cine, la televisión, la música, la literatura…”.
Ese artículo y otros (por ejemplo de
Marina Subirats, en la revista Participación Educativa), o las declaraciones del Ministro de Educación
Nacional en Francia y la Ministra
de los Derechos de las Mujeres
(Le Monde, 27 de septiembre de
2012) y, sobre todo, una realidad
que se impone con tozudez, han de
movernos a una mayor reflexión y
a un mayor compromiso de toda la
sociedad con la tarea de educar. Por
eso me pregunto por qué motivo el
presidente de Ceapa despacha con
tanta ligereza un asunto de enorme
trascendencia.
Me he detenido en un aspecto
del artículo, como ejemplo de una
serie de afirmaciones de un forzado maniqueísmo, que atribuye
bondades sin límite a un modelo
educativo y un caudal imparable de
desgracias a otro. Según el autor,
las chicas y los chicos de la diferenciada no aprenderán a convivir, a
respetar a los otros ni a valorar en
positivo las diferencias entre hombres y mujeres, ni contribuirán a la
cohesión social o a la igualdad de
oportunidades, ni serán capaces de
superar estereotipos sexistas o –en
el caso de los chicos– de ponerse en
lugar de las mujeres.
En Alemania, el Tribunal
Supremo ha zanjado el asunto
en una sentencia de 2013 en la
que afirma que “los colegios de
educación diferenciada no son
inferiores a los colegios públicos
de educación mixta en cuanto a
su aptitud para transmitir conocimientos y cultura, y tampoco
a la hora de transmitir el conocimiento relativo al principio de
igualdad entre hombres y mujeres”. Destaca también que la educación diferenciada es tan válida
como la mixta “para la interiorización de la igualdad de género
por parte de los alumnos”.
Ante un debate inútil y quizás
interesado, propongo un esfuerzo
conjunto por mejorar nuestro sistema educativo y, como sostiene el
Informe 2012 del Consejo Escolar
del Estado, favorecer “la existencia
de opciones diversas para que las
familias puedan elegir el modelo
pedagógico que consideren más
adecuado para la educación de sus
hijos, incluyendo el de la educación diferenciada”. En definitiva,
que cada padre y cada madre decidan qué es lo mejor para sus hijos
y que, en igualdad de condiciones,
puedan elegir el modelo que más
les guste.
Urge solucionar problemas reales como el fracaso escolar, sin duda
el más grave, porque compromete
el futuro de muchos jóvenes y el
de nuestro país. Podemos aprender.
Barack Obama ha impulsado experiencias de educación diferenciada
en la escuela pública como una
solución contra el fracaso escolar.
En otros países de nuestro entorno sociocultural, las familias eligen
con normalidad este modelo, como
en Reino Unido donde 7 de los 10
mejores colegios públicos son de
educación diferenciada.
He tenido la suerte de participar muchos años en la European
Parents Association (EPA), que
agrupa a 150 millones de familias
europeas. He podido conocer de
primera mano problemas y soluciones de sistemas educativos muy
diversos. Todos coinciden en que,
cuando se suman esfuerzos, se consiguen excelentes resultados y una
mayor libertad para todos.
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Igualdad y educación diferenciada
Lorenzo Dionis, Secretario General de FEPACE

Fuente: Escuela