Hace más de tres décadas que niños y niñas estudian
juntos y estudian lo mismo, pero la escuela no los trata
por igual ni concede la misma importancia al saber de
ellos que de ellas; es sexista. Como siempre que se
generaliza, esta afirmación, tal cual, es mentira. Hay
escuelas, públicas y privadas, urbanas y rurales, que se
rigen por la coeducación, que enseñan los nombres de
tantos trovadores como de trovadoras, que explican la
geometría a través de la costura para dar relevancia a un
trabajo considerado tradicionalmente femenino, que
impiden que el fútbol acapare el espacio de juego en el
patio o que incluyen las tareas domésticas y de cuidado
de las personas en su currículo para enseñar a superar
estereotipos sobre el papel de hombres y mujeres. Pero
tan cierto como eso es que son mayoría las escuelas que
mantienen una educación con un claro predominio de lo
masculino y poca presencia de las mujeres tanto en los
contenidos académicos como en las enseñanzas que no
se ven pero se aprenden: las conversaciones, el uso de
los espacios, el lenguaje, los ejemplos, las fiestas de fin de
curso, la educación emocional, las canciones, las
manualidades para el día del padre y de la madre...
"Después de la película, los niños de primero A tenéis que
salir por delante y los de primero B por la puerta que da
al patio", anuncia la profesora. "¿Y las niñas?", se
sorprende Marta, de seis años, desde la segunda fila del
salón de actos. Marina Subirats, catedrática emérita del
departamento de Sociología de la Universidad Autónoma
de Barcelona (UAB), ejemplifica con esta anécdota las
muchas situaciones cotidianas de desigualdad de género
que se viven en las escuelas a pesar de los más de treinta
años de funcionamiento generalizado de la enseñanza
mixta en España, y donde continúa siendo habitual el
rótulo "sala de profesores" a pesar de que en muchos
centros la mayoría del claustro –si no todo– son mujeres.
Algunas personas pueden considerar que se trata de una
desigualdad menor, un simple desliz o uso pragmático
del lenguaje, pero Subirats y otros estudiosos del tema
aseguran que no, que en la escuela mixta no se trata ni se
valora igual a los niños que a las niñas. Hace años
Subirats midió la atención que el profesorado prestaba a
chicos y chicas por el número de palabras que les dirigía
y el resultado fue que ellas recibían una cuarta parte
menos de palabras-atención. "No hay datos
comparativos recientes, pero el profesorado sigue
poniendo más interés en los niños porque llaman más la
atención, se portan peor porque son estimulados a
demostrar que son fuertes y que son protagonistas,
mientras que a las niñas se les suele otorgar el papel de
más maduras e incluso se las utiliza para ayudar a la
maestra en el cuidado o aprendizaje de los niños", afirma.
Eulàlia Lledó, catedrática de Literatura Catalana y
experta en coeducación asegura que "no es
necesariamente por un ejercicio de mala fe; a menudo los
profesores y profesoras no son conscientes de que
prestan más atención a los chicos que a las chicas y se
escandalizan cuando se lo dices; pero si se hace una
observación de lo que ocurre en clase se pone de
manifiesto siempre, y hay estudios que evidencian que se
valoran mejor los exámenes de ellos que los de ellas
porque comparan la puntuación otorgada a una misma
prueba si se corrige de forma anónima o sabiendo si es
alumno o alumna quien la ha realizado". Añade que otro
trato diferenciado que se observa a menudo en las
reuniones de evaluación es que, "a igualdad de notas,
cuando una chica es muy buena se dice de ella que es
muy trabajadora, mientras que si se trata de un chico se
suele decir que es muy inteligente". Respecto al uso
diferenciado del lenguaje, también resulta llamativo como
en algunas escuelas a los niños se les conoce
preferentemente por su apellido y a las niñas, en cambio,
por su nombre de pila.
Elena Simón, analista de género, formadora en
coeducación, escritora y durante años profesora de
instituto, enfatiza que en el colegio los niños aprenden
tanto lo que se les enseña –el currículo escolar– como lo
que ven y oyen –el currículo oculto– y lo que no se les
explica o se evita –el currículo omitido–, y considera que
en la mayoría de escuelas se siguen unos programas muy
antiguos y alejados del aprendizaje de la igualdad entre
hombres y mujeres. "Los libros tienen un lenguaje
masculino y prácticamente sólo hablan de la obra de los
varones con poder; pero es que también se aprende lo
que no se aprende, y en las escuelas y en los libros de
texto no se aprende nada de la obra humana de las
mujeres ni de su contribución a la economía y al
bienestar de los pueblos a lo largo de la historia",
comenta Simón.
Eulàlia Lledò pone algunos ejemplos muy precisos "del
predominio de lo masculino y la invisibilización de las
mujeres" en los programas escolares: "En los manuales
de la asignatura de literatura catalana, las escritoras no
llegan nunca al 5%; de las cinco lecturas prescriptivas en
la asignatura común de bachillerato, cuatro son de
autores (varones) y una la escoge el centro; la asignatura
de literatura universal se basa en lecturas de 46
personas: 44 son escritores y nada más se consideran
obras de dos autoras –curiosamente las dos británicas
(Virginia Woolf i Emily Brontë)–, y las seis lecturas
obligatorias son todas de hombres". El menor número de
mujeres escritoras con relevancia pública a lo largo de la
historia puede justificar una menor presencia de estas en
los libros de texto, pero no necesariamente su exclusión
de la lista de lecturas.
En 2007, la profesora de música Inma Oliveres i Prat
analizó la temática y el tratamiento de la mujer en el
repertorio de canciones que se enseña a los niños en las
escuelas de primaria. Revisó las 308 canciones
diferentes que aparecen en los libros de música de las
principales editoriales y observó que en ellas hay una
invisibilidad importante de la mujer y, cuando aparece, se
idealiza la mujer casta, virgen, esposa y madre abnegada,
y las jóvenes cuya prioridad es ser bellas y su máxima
aspiración es casarse; o bien se sitúa a la mujer en el
origen de todos los males o como alguien incapaz de
actuar por su cuenta que necesita al hombre o héroe
salvador y protector. “Las canciones que se fijan en las
mentes infantiles muestran una visión parcial y obsoleta
de la sociedad, muestran a los hombres como
protagonistas principales de las historias, muestran
mujeres encaminadas hacia el matrimonio y la
maternidad, muestran mujeres adultas que son madres
sin oficio ni beneficio, personajes femeninos siempre
felices…”, afirma Oliveres en las conclusiones del estudio,
y remarca que, de forma consciente o inconsciente, las
canciones que se enseñan en la escuela –y que forman
parte del currículo oculto que hace referencia a la
construcción del género– consideran que uno de los
sexos tiene una intrínseca superioridad sobre el otro y
ayudan a perpetuar determinados estereotipos
discriminatorios sobre la mujer.
Cuando se toma conciencia de los estereotipos que por
acción u omisión reciben y aprenden los niños desde
muy pequeños se entiende más fácil que una niña de
cuatro años llegue a casa diciendo que los niños no la
dejan bajar por el tobogán porque ellos están jugando ahí
a coches “y ellos mandan más” o que un niño de tres
años se ría de los pantalones de punto que ponen a su
hermano, aún bebé, “porque son de niña”, para sorpresa
de muchos padres y madres que promueven un entorno
familiar igualitario. También queda más claro por qué
cuesta tanto que las niñas participen en deportes de
equipo como el fútbol o el baloncesto: en los equipos
mixtos dejan de estar cómodas a medida que crecen y,
salvo en las grandes ciudades, no suelen ser suficientes
para formar equipos femeninos y competir. Por otra
parte, al llegar a la pubertad y la adolescencia dicen los
investigadores que muchas ya han interiorizado que las
cuestiones de fuerza y competitividad no son para ellas,
que sus prioridades, cuando hay que elegir, han de ser
otras, como la responsabilidad (los estudios) y las
relaciones.
Múltiples encuestas y diferentes investigaciones en
centros educativos de todo el país muestran que las
creencias sexistas se mantienen en un significativo
número de adolescentes. No es sólo que las chicas
contribuyan más a las tareas domésticas y que tanto
ellos como ellas declaren en las encuestas que esta
diferencia es normal, es que aún son altos los
porcentajes de adolescentes convencidos de que hay
estudios más apropiados para las mujeres que para los
hombres, que las asignaturas de matemáticas o
tecnología son poco femeninas o que las chicas son
débiles y necesitan protección. Este mismo año el
Observatorio Vasco de la Juventud presentó una
investigación cualitativa, basada en grupos de discusión,
sobre la desigualdad de género y el sexismo en las redes
sociales en el que se enfatiza que las actitudes sexistas e
incluso la violencia machista están presentes también en
las relaciones virtuales de los chavales de entre 13 y 17
años, y se llama la atención sobre el hecho de que tanto
los chicos como las chicas de esas edades normalizan el
trato sexista y piensan que no les afecta y no tiene
ninguna incidencia en sus vidas. Esta normalización de
actitudes sexistas que deberían verse como anormales
preocupa a muchos investigadores porque se relaciona
con un mayor riesgo de casos de violencia de género. La
mitad de los chicos y el 37% de las chicas cree que los
celos son una prueba de amor, según un reciente estudio
realizado en los institutos de secundaria de Málaga cuyos
resultados se asemejan bastante a los realizados entre
adolescentes de otros puntos de España y que
evidencian el arraigo que mantiene el modelo de amor
romántico y de mujer sumisa en busca de un príncipe
azul.
Elena Simón asegura que la consecuencia de que la
escuela perpetúe desigualdades de género es que no
prepara a los niños y niñas para la realidad que se
encontrarán en el futuro, en su vida de adultos. “Hoy en
día, cuando una pareja joven tiene un hijo el padre ha de
ejercer de cuidador, y no le hemos preparado para ello;
de hecho, cuando se les pregunta en el colegio qué
quieren ser de mayor suelen decir astronauta o
futbolista, pero nunca papá, y no se plantea esta etiqueta
como posible rol de futuro”, comenta. Por otra parte,
algunos expertos vinculan la invisibilidad a que se
acostumbran las niñas en la escuela con la mayor
propensión a supeditar su trabajo a las necesidades
familiares o con su menor pujanza a la hora de asumir
puestos de responsabilidad en el mundo laboral o de
dirigir grupos de investigación. “Las niñas son
socializadas para ocuparse de los demás, para no tener
en cuenta sus propias necesidades, para ser figuras
secundarias, mientras que los niños se socializan para
mandar, para imponerse y ocupar el espacio público, del
mismo modo que en la escuela ocupan el patio con su
balón”, comenta la socióloga Marina Subirats.
Eulàlia Lledò asegura que tampoco debería sorprender
que la escuela no sea igualitaria: “La igualdad no cae del
cielo; pensar que porque niños y niñas van al mismo aula
se garantiza la igualdad es ilusorio, porque también
hombres y mujeres trabajan juntos en las empresas y no
por ello deja de haber discriminación salarial, techos de
cristal, etcétera”. En su opinión, para que la igualdad
llegue a las escuelas es necesario actuar, tanto las
administraciones como los profesores. “Los profesores
pueden hacer muchas cosas, son clave para lograr una
educación igualitaria, pero lo primero es que sean
conscientes de ello, y después que estén dispuestos a
esforzarse, porque equilibrar el currículo exige arremangarse y trabajar, y cuando ves que el libro habla
de los trovadores, documentarte para explicar tú la
historia de trovadores y trovadoras, y cuando en los libros
de lengua todos los ejemplos pasan por utilizar el
masculino y siempre es Juan el que juega o come una
manzana, esforzarte para que los sujetos de los ejercicios
que tú pongas sean masculinos y femeninos al cincuenta
por ciento”, explica.
Preocuparse por fomentar la igualdad puede que dé
trabajo, pero existen muchos recursos didácticos de
ayuda porque hay escuelas y profesores que llevan
tiempo impulsando proyectos de coeducación. Hay guías
para promover un lenguaje inclusivo, ideas para intervenir
en el tiempo de recreo en el patio, cuentos coeducativos
para los más pequeños, programas de prevención de
abusos y violencia de género para adolescentes,
selección de libros de lectura infantil y juvenil, juegos que
trabajan el concepto de igualdad, manuales para
visibilizar el papel de las mujeres en diferentes
disciplinas, ya sean listados de compositoras en la
historia de la música, científicas, artistas, heroínas o
libros sobre la actividad científica en la cocina que
revalorizan la importancia de los saberes femeninos y lo
que tienen de indispensables para la vida de las personas
y el vivir cotidiano.
Expertas admiten que la escuela mixta no garantiza la coeducación
Problemas derivados del modelo pedágogico mixto

Źródło: La Vanguardia