La diferenciación pedagógica
La UNESCO en 2015 propone una visión humanista de la educación como bien común esencial de la sociedad, haciendo un llamamiento a la responsabilidad compartida entre gobiernos y todos los sectores sociales, para alcanzar la educación de calidad inclusiva y equitativa que necesita nuestro mundo en transformación.
La educación personalizada diferenciada es un modelo de organización escolar que puede facilitar el logro de esa educación de calidad.
Permite atender a las diferencias que presentan chicos y chicas, facilitando alcanzar una igualdad de oportunidades real en el desarrollo académico, personal, social y profesional de todo el alumnado.
Está extendida en diferentes contextos y su eficacia está contrastada. Parte de la misma valoración de cada persona, hombre o mujer, y fomenta el respeto a la dignidad de cada uno, de cada una; y la colaboración y la corresponsabilidad.
Junto a la igualdad de oportunidades para cada alumna, para cada alumno, la diferenciación facilita la superación de los estereotipos que tradicionalmente se han asignado a los sexos, y que han sido foco de desigualdad social y jerarquías culturales entre hombres y mujeres.
La ausencia de presiones en el aula favorece la valoración de la singularidad propia de cada persona, fomentando el respeto a la dignidad de cada una. Cada persona puede ser y sentirse libre para ser lo que quiera ser. Los datos demuestran que en la escuela diferenciada, las alumnas se sienten más libres para optar por carreras STEAM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Artes y Matemáticas, por sus siglas en inglés), tradicionalmente asociadas a chicos. Superar la brecha de género entre hombres y mujeres en estas disciplinas se ha convertido en una prioridad social para lograr una igualdad real.
Schleicher, A., en “La obstinada persistencia de la diferencia por sexos en educación” (2018), pone también de manifiesto que la diferenciación pedagógica en materias como matemáticas, lenguas, ciencias, tecnología, por lo menos hasta los 16 años, permite una atención especial al aprendizaje de los alumnos atendiendo sus necesidades e intereses y mejorando los resultados de unas y otros.
Estos datos ponen de manifiesto cómo la educación personalizada que facilita una organización escolar diferenciada, contribuye a avanzar hacia una igualdad real de oportunidades entre hombres y mujeres. Es uno de los índices sobre educación reiteradamente señalado por los organismos internacionales y por la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible.
Por tanto, la educación personalizada diferenciada ayuda a formar a ciudadanos comprometidos con la sociedad en la que viven. Educar en el respeto y la tolerancia, en la igualdad de trato y de oportunidades, es educar para la democracia.
Estos valores vertebran una cultura institucional a favor de la igualdad que se asienta sobre dos pilares, recogidos en el plan de igualdad de los colegios diferenciados:
- Educar para una igualdad de oportunidades real dentro y fuera del centro.
- Educar para la libertad y responsabilidad en la comunidad educativa y después como ciudadanos de un mundo en transformación, promoviendo una convivencia respetuosa en una sociedad plural e intercultural.
Esto permite desarrollar un proyecto educativo que trabaja la igualdad en múltiples ámbitos. Se hace por ejemplo desde los contenidos de asignaturas como historia, educación en valores personales y cívicos o ciencias sociales, en los que se trabaja especialmente la corresponsabilidad de ambos sexos para la humanización de todos los ámbitos de la sociedad (familia, trabajo y sociedad). Otro aspecto clave es velar por una convivencia serena y constructiva, aprendiendo a resolver los conflictos de forma positiva, favoreciendo la valoración y el respeto a los demás, ofreciendo oportunidades de éxito a todos y a todas al margen de sus cualidades y talentos.
Desde la perspectiva de que coeducar es educar para la igualdad de oportunidades y la humanización de la sociedad con la plena participación de ambos sexos, la educación diferenciada permite lograr este objetivo, al aprovechar la realidad escolar para que alumnos y alumnas desarrollen sus capacidades en todo su potencial y dialoguen de forma distendida y responsable sobre cuestiones controvertidas relacionadas con la igualdad de género, los estereotipos y la corresponsabilidad social de hombres y mujeres. Y facilita la personalización educativa.